Al hablar de cicuta (conium maculatum) todos pensamos en un potente veneno. Los antiguos griegos utilizaban la planta para matar a los condenados a morir. De hecho, pasó a la historia gracias a Sócrates, ilustre personaje que perdió la vida bebiendo una infusión de esta planta. Juzgado por no reconocer a los dioses atenienses y por, supuestamente, corromper a la juventud, el gran filósofo griego fue condenado a morir ingiriendo el potente veneno.
Debido a la conina, el principio activo más importante de la planta, la cicuta puede proporcionar un efecto sedante muy pronunciado. Este efecto se ha utilizado en farmacología como analgésico en dolores muy intensos (cáncer, migrañas, neuralgias,...) o como anestésico local administrado por vía tópica, ya que la conina se absorbe por la piel. De todos modos, hoy en día su uso farmacológico es muy limitado ya que la frontera entre dosis terapéutica y dosis tóxica es muy fácil de cruzar.
La cicuta es una planta bienal, esto es, que tarda exactamente dos años en completar todo su ciclo biológico. Puede mediar hasta un máximo de dos metros, y se reconoce, aún sin verla, por su hediondo olor. Sus hojas tienen forma triangular. El tallo es hueco con flores blancas. En el fruto se concentra la mayor toxicidad, aunque toda la planta es venenosa. Crece, de forma natural, en bordes de carreteras o caminos, en setos y a los pies de algunos muros.
Características
Puede alcanzar entre los 1,5-2,5 m de altura. Posee tallo hueco y estriado, manchado de color purpúreo en la base y muy ramoso en la parte superior; hojas blandas, fétidas, verdinegras, triangulares y divididas en gajos elípticos, puntiagudos y dentados de hasta 5 dm de largo y 4 dm de ancho. Las flores son pequeñas, de color blanco y surgen en umbelas de unos 10 a 15 cm de diámetro. Semilla pequeña de color negruzco.
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